Antes de entrar en la dedicatoria
en sí, quiero haceros un comentario muy curioso, al menos para mí sí lo es.
El texto de mi relato lo tenía
preparado ya para el año pasado, pero se me extravió y no lo pude hacer a
tiempo. Cuando lo encontré, seguía pensando hacerlo para este año, y unos meses
después mi hija me dio la grata noticia de que iba a ser madre.
En la vida habríamos pensado que
nos podría ocurrir algo tan trágico como lo que estamos viviendo para estas
fechas este año, que todavía nos cuesta creer…
Y en mi caso particular y en el
de otras muchas, que nuestras hijas serían madres en este año. Si nos lo
hubieran dicho, no nos hubiéramos creído que fueran a serlo en uno de los
peores momentos que está viviendo la humanidad.
Este hecho me hizo pensar que a
veces las cosas pasan por algo y que el destino a veces predispone por encima
de nuestra voluntad, y que quizás por decisión del destino tuviera que ser este
año cuando yo hiciera esta dedicatoria para el Día de la Madre, que es en este
año cuando más íbamos a necesitar de las madres, a la vez que cuidarlas también,
así como darse la casualidad de que mi hija me hiciera abuela. Y en este año
tan difícil y duro que estamos atravesando todos, en el que el apoyo de las madres
es más necesario que nunca, las que pueden dan su aliento de cerca, aunque
físicamente no es posible, pero cercanas en el sentimiento, aun con la
distancia física que nos está tocando vivir, las que están presentes y las que
no están entre nosotros nos ayudan desde el cielo, pero hay que seguir teniendo
esperanza.
Al escribir este texto, yo personalmente quiero hacer un
reconocimiento y homenaje a todas las madres de todo tipo y época, desde mi
modesta opinión y pensamiento.
Ahora comienzo a presentaros mi relato/reflexión (o como os
parezca llamarlo a cada cual, eso no importa) en la que pongo el texto ya
mencionado del año pasado añadiendo y adaptándolo a algunas referencias de la
triste situación de este año de la pandemia.
DEDICATORIA PARA EL DÍA DE LA MADRE
Para las buenas madres de todos los tipos
y todos los tiempos
Para las presentes y las ausentes, que ya no están entre
nosotros, pero sí presentes en nuestro corazón y que nos esperan en otro lugar.
Un recuerdo muy especial para ellas.
Va dedicada, sobre todo, para las madres que han perdido a
sus hijos, que es lo peor que le puede pasar a una madre. Lo menos que podéis
recibir es todo el apoyo, fuerza y consuelo del mundo.
Para las madres que han fallecido como consecuencia del parto y, en algunos casos, viéndose en la tesitura, a veces, de elegir entre su vida o la de del hijo.
Para las madres que han perdido a sus madres, madres que han
fallecido sin poder despedirse de sus hijos ni sus hijos de ellas, las madres
que no pueden tener a todos sus hijos con ellas en este día y también a las
madres que están solas, ambas por causa de esta situación de alarma.
Y continúo con las demás madres:
- Las nuevas madres de este año precisamente tan duro, las
futuras que esperan, que ya tienen la sensación de tener a su bebé dentro de
ellas.
- Las olvidadas.
- Las privadas de sus hijos, que se los arrebatan injustamente por diversas razones.
- Las de hijos desaparecidos.
- Las de "bebés robados".
- Las que han querido serlo y no han podido, pero siguen
llevando ese deseo y sentimiento permanente en ellas y en el corazón y, de
alguna manera, tienen ese espíritu y lo viven así con esa sensación...
- Todas las madres de hecho (en diversas circunstancias).
- Las que, sin serlo, están ejerciendo la
función de madres y lo sienten así porque tienen que cuidar y hacerse cargo de
niños por alguna razón, bien sea de la familia o no.
- Las de acogida. Aunque solo ejercen temporalmente,
es un gesto entrañable, además de generoso y altruista.
- Las de hijos con enfermedades graves.
- Las madres que se han visto obligadas a dar sus hijos en adopción por una situación extrema de supervivencia que, por no poder hacerse cargo de ellos, en vez de abandonarlos de mala manera, han renunciado a ellos con todo su dolor, para darles una mejor vida, aunque pasados los años se han arrepentido, añadiendo más dolor a su dolor.
También una mención especial a las madres adoptivas, que no
importa tanto el engendrar como el criar, por tener la bondad de tomar la
decisión de serlo. Estas madres tienen un valor añadido por tener la
generosidad de entregarse y embargarse en esta difícil labor de una adopción,
con todas las dificultades y complicaciones que conlleva este propósito y aun
así han tenido la voluntad de elegirlo libremente, siendo madres de niños que
ya están en el mundo y los rescatan de situaciones dolorosas e injustas, y de
niños desfavorecidos socialmente y disminuidos. Todas ellas, de un valor y
mérito infinito.
Perdonad si me dejo a alguna, que no es mi intención, sino todo lo contrario, que es incluir a todas, porque lo que no une a todas es el espíritu y sentimiento de ser madres, independientemente de cualquier circunstancia.
También es justo resaltar y destacar aquellas generaciones
de madres abuelas y otras que conocemos cercanas en nuestro entorno, que
sacaban a sus hijos adelante con menos comodidades o ninguna y medios que
ahora, pero sí más obstáculos. Qué valientes, con qué coraje tiraban para
adelante a pesar de las barreras.
Todas tuvieron situaciones muy difíciles y complicadas. Muy
buenas gestoras y administradoras que estiraban la economía para cubrir las
necesidades más básicas de la casa y la familia, y sobre todo que no les
faltara de comer a sus hijos, aunque se lo tuvieran que quitar de ellas.
Tuvieron que superar situaciones complicadas y costosas como
madres, con mucho mérito y luchando como unas jabatas, trabajando en trabajos
de mucho esfuerzo físico y poco reconocidos, como el campo y otros, a la vez
que llevaban su casa y cuidaban a sus hijos solas, a veces sin ayuda familiar,
en situaciones personales-familiares muy penosas y sin ayudas sociales como
ahora, en una sociedad machista y discriminativa, que imponía normas injustas y
se valoraba poco y muy deficientemente la función y aportación en su desempeño
como madres, sufriendo la desigualdad en todo su apogeo, sin tener a penas
acceso al mundo laboral y a otras actividades sociales que no fuera el campo y
encasilladas en amas de casa obligadas.
Muchas de estas madres y abuelas han ahogado sus sueños de
poder hacer otras cosas que les gustaban y tenían capacidad para ello, igual
que algunas otras actualmente todavía por desgracia. Para todas estas madres un
reconocimiento muy merecido.
A las que nos une e iguala ese espíritu de fortaleza, paciencia y calma que nos caracteriza, dividiéndonos y entregándonos a nuestros hijos,
queriéndolos por encima de todo con un cariño duradero de por vida. Es el único
amor invariable e inalterable de una buena madre.
En este día, y todos los que Dios quiera que me queden, no
espero que me digan “eres la mejor madre del mundo”, y no porque no me guste
que me lo digan, que nos lo dicen a todas con cariño y así lo recibimos, sino porque es lo típico y lo tópico, lo habitual pero también
irreal. No, porque todas las madres somos las mejores madres del mundo para
nuestros hijos y ese calificativo es común a todas. Solo espero haber sido y
seguir siendo merecedora del mejor título que pueda tener una mujer, que ya es
mucho, y tratar de mantener de la mejor forma la verdadera función de madre en
toda la extensión de la palabra y ganármelo a pulso día a día y en cada etapa.
Orgullosa de ser una más de las buenas madres que hay, que ha habido y que
habrá…
Sí, todas las madres, distintas como los miles de flores que
hay, pero todas válidas y hermosas ocupando distintos entornos y funciones y,
como en el caso de las flores con sus distintas fragancias, todas necesarias.
Como los buenos guisos con sus distintos ingredientes, sabores y aromas, cocinados
de distinta forma, pero todos ricos y alimentando bien.
Para cada uno, la mejor es la nuestra porque es así de
natural. Toda buena madre tiene ese denominador común. Cada una con su distinto
carácter y personalidad, pero el resultado es que cada una cuenta como única,
porque cada una atiende las distintas necesidades de sus hijos, día a día en
cada época, y eso es en definitiva lo que importa. Eso nos hace únicas para
cada hijo, y así nos lo hacen sentir y vivir.
Vaya por delante que en esta publicación no infravaloro los
valores del padre, que algunos son mejores incluso que algunas madres, pero se
trata en esta ocasión de hablar de las madres.
Y ahora permitidme que dedique, ya cerca del final, unas
líneas a las nuevas madres de este año y, especialmente, a todas las que lo han
sido en pleno estado de alarma, en medio de esta pesadilla con la
intranquilidad y desasosiego que han sufrido por las dificultades para el
seguimiento del embarazo y parto, como tú, hija (y muchas más), que no hemos
podido estar cerca de ti personalmente en un momento tan entrañable y bonito
del nacimiento y sin poder echarte una mano de cerca… Y seguimos esperando (y
otros muchos) para poder darnos un enorme abrazo, conocer y tener en brazos a
nuestro nieto.
Estos bebés, que han nacido durante este periodo, han dado
alegría y consuelo con su presencia inocente y tierna. Con el brillo de sus
ojos recién estrenado, ese brillo que ilumina a quien los mira.
Vosotras vais a ser unas mamás y niños muy fuertes. Esto lo
vais a recordar con mucha ternura y cariño cuando se lo contéis a vuestros
hijos. Vosotras y vuestros hijos lleváis un gen social muy potente que os va a
hacer más valiente ante las adversidades. Vais a tener vuestra propia versión,
vuestra propia historia de “RESISTIRÉ”.
QUE VIVA: la paciencia, resistencia, tolerancia,
flexibilidad, disponibilidad, apoyo, resignación, cobijo, regazo, consuelo,
comprensión, fortaleza, el perdón. ¡Todo esto y mucho más vive en las madres!
Compartimos todas un espíritu conciliador, apaciguador,
unificador y mediador, y un gen que tenemos en común todas las madres del mundo
entre nosotras: UN AMOR INCONDICIONAL POR NUESTROS HIJOS.
Muchas gracias a las madres por invadir la vida de paz y
tranquilidad con los brazos abiertos para recibir siempre a sus hijos, y por
estar ahí cuando las necesitan sus hijos y la familia, a lo largo de la vida,
tanto de cerca, a distancia o en el recuerdo.
Siempre he dicho que cuando eres madre, sabes lo que es el sufrimiento y sabes lo que es la felicidad. aunque la balanza se inclina más para la felicidad, porque a pesar de que haya a veces sufrimiento, siempre vale la pena vivir esta experiencia. SER MADRE es una experiencia única, maravillosa e incomparable...
La madre es el comodín de la familia…
La madre es el alma de la casa…
Con todo mi afecto, FELIZ DÍA DE LA MADRE A TODAS, y no solo
hoy, sino también felizmente el resto de días con vuestros hijos y familia.
Teresa O. C.