viernes, 4 de diciembre de 2020

Despedimos el otoño a través de la ventana

 

Despedimos el otoño a través de la ventana

El otoño va acabando triste y desanimado, dejando paso al invierno, llega al final del camino. Este año por nuestras vidas compungido ha pasado, viendo por las tristes calles a la gente con una vida desgraciadamente diferente, y que su larga y colorida alfombra de hojas que nos tendió, pies de pasos cansados y desolados la han pisado.

Sus hojas con pena, desgarro y desgana más rápidas han caído, cuando al llegar vio a su paso sufrir a la humanidad, por el daño que está causando esta enfermedad, y que este virus, por más tiempo, entre nosotros se va a quedar.

Ha visto a gente sufrir que sus hojas han pisado, con pasos apesadumbrados por todos los afectados, y el dolor de muchos de ellos por perder un ser querido, sin poderles dar su amor ni cogerlos de la mano.

Sí, triste el otoño va pasando, porque a su paso este año no ha podido darnos la misma alegría e ilusión de su encanto desatado de otros años que han pasado. Ha visto pasar la gente con pasos muy agotados, lanzando una fuerte voz al viento, más allá del horizonte, por si el eco les devuelve el consuelo esperado y el bienestar deseado.

Lánguido y apagado va terminando, después de un largo camino por todos recorrido, de un duro y amargo tiempo con piedras y espinas en el camino, de dolor, rabia e impotencia, por el desafortunado rastro que esta enfermedad va dejando:

Brechas en la tierra

Brumas en el mar

Vendaval en del desierto

Y en el aire un olor incierto…

Pero este año el otoño en su visita temporal también, con más fuerza, mucha alegría y luz nos ha querido aportar.

Con sus ramas nos ha aplaudido por luchar con coraje y valentía en esta penosa situación, y con más ánimo nos brindó su ánimo y compañía, para que en algunos momentos también pudiéramos disfrutar de sus típicos regalos con los que siempre nos ha avenido a agasajar:

Los sonidos tan especiales de su aire ancestral

Sus diversos olores a tierra mojada al andar

Sus distintos matices de colores de hojas de su alfombra al caminar

Sus genuinos sabores de los frutos que en esta temporada da

Bellos atardeceres con cálidas puestas de sol

Se va alejando el otoño, terminando ya su ciclo. De vuelta por su camino con nosotros se comunica... Al aire agita sus ramas en señal de despedida, sus hojas pone a danzar como si fueran caricias llenas de fuerza y ánimo que nos trasmite a todos, dándonos todo su apoyo para seguir adelante. Nos desea que esos pies que sus hojas han pisado con pasos muy fatigados, se tornen en pasos felices y reforzados, que tengamos confianza en que este duro y amargo trago el tiempo aliviará.

Nos deja con la esperanza de que esta pesadilla pronto pasará y la salud se recobrará.

Adiós, dulce otoño, hasta el año que viene. Esperamos que a tu vuelta te encuentres con un mundo mejor que el actual y veas en nosotros la actitud de cambiar todo lo que estamos haciendo mal, que nuestros actos y conductas podamos mejorar y la VIDA su belleza y bondad nos devolverá.

El otoño va acabando… pero no nuestra ESPERANZA...

                                                                                                                   T.O.

domingo, 3 de mayo de 2020

Reflexión para el Día de la Madre


Antes de entrar en la dedicatoria en sí, quiero haceros un comentario muy curioso, al menos para mí sí lo es.

El texto de mi relato lo tenía preparado ya para el año pasado, pero se me extravió y no lo pude hacer a tiempo. Cuando lo encontré, seguía pensando hacerlo para este año, y unos meses después mi hija me dio la grata noticia de que iba a ser madre.

En la vida habríamos pensado que nos podría ocurrir algo tan trágico como lo que estamos viviendo para estas fechas este año, que todavía nos cuesta creer…

Y en mi caso particular y en el de otras muchas, que nuestras hijas serían madres en este año. Si nos lo hubieran dicho, no nos hubiéramos creído que fueran a serlo en uno de los peores momentos que está viviendo la humanidad.

Este hecho me hizo pensar que a veces las cosas pasan por algo y que el destino a veces predispone por encima de nuestra voluntad, y que quizás por decisión del destino tuviera que ser este año cuando yo hiciera esta dedicatoria para el Día de la Madre, que es en este año cuando más íbamos a necesitar de las madres, a la vez que cuidarlas también, así como darse la casualidad de que mi hija me hiciera abuela. Y en este año tan difícil y duro que estamos atravesando todos, en el que el apoyo de las madres es más necesario que nunca, las que pueden dan su aliento de cerca, aunque físicamente no es posible, pero cercanas en el sentimiento, aun con la distancia física que nos está tocando vivir, las que están presentes y las que no están entre nosotros nos ayudan desde el cielo, pero hay que seguir teniendo esperanza.

Al escribir este texto, yo personalmente quiero hacer un reconocimiento y homenaje a todas las madres de todo tipo y época, desde mi modesta opinión y pensamiento.

Ahora comienzo a presentaros mi relato/reflexión (o como os parezca llamarlo a cada cual, eso no importa) en la que pongo el texto ya mencionado del año pasado añadiendo y adaptándolo a algunas referencias de la triste situación de este año de la pandemia.


DEDICATORIA PARA EL DÍA DE LA MADRE
Para las buenas madres de todos los tipos y todos los tiempos

Para las presentes y las ausentes, que ya no están entre nosotros, pero sí presentes en nuestro corazón y que nos esperan en otro lugar. Un recuerdo muy especial para ellas.

Va dedicada, sobre todo, para las madres que han perdido a sus hijos, que es lo peor que le puede pasar a una madre. Lo menos que podéis recibir es todo el apoyo, fuerza y consuelo del mundo.

Para las madres que han fallecido como consecuencia del parto y, en algunos casos, viéndose en la tesitura, a veces, de elegir entre su vida o la de del hijo.

Para las madres que han perdido a sus madres, madres que han fallecido sin poder despedirse de sus hijos ni sus hijos de ellas, las madres que no pueden tener a todos sus hijos con ellas en este día y también a las madres que están solas, ambas por causa de esta situación de alarma.

Y continúo con las demás madres:
  • Las nuevas madres de este año precisamente tan duro, las futuras que esperan, que ya tienen la sensación de tener a su bebé dentro de ellas.
  • Las olvidadas.
  • Las privadas de sus hijos, que se los arrebatan injustamente por diversas razones.
  • Las de hijos desaparecidos.
  • Las de "bebés robados".
  • Las que han querido serlo y no han podido, pero siguen llevando ese deseo y sentimiento permanente en ellas y en el corazón y, de alguna manera, tienen ese espíritu y lo viven así con esa sensación...
  • Todas las madres de hecho (en diversas circunstancias).
  • Las que, sin serlo, están ejerciendo la función de madres y lo sienten así porque tienen que cuidar y hacerse cargo de niños por alguna razón, bien sea de la familia o no.
  • Las de acogida. Aunque solo ejercen temporalmente, es un gesto entrañable, además de generoso y altruista.
  • Las de hijos con enfermedades graves.
  • Las madres que se han visto obligadas a dar sus hijos en adopción por una situación extrema de supervivencia que, por no poder hacerse cargo de ellos, en vez de abandonarlos de mala manera, han renunciado a ellos con todo su dolor, para darles una mejor vida, aunque pasados los años se han arrepentido, añadiendo más dolor a su dolor.

También una mención especial a las madres adoptivas, que no importa tanto el engendrar como el criar, por tener la bondad de tomar la decisión de serlo. Estas madres tienen un valor añadido por tener la generosidad de entregarse y embargarse en esta difícil labor de una adopción, con todas las dificultades y complicaciones que conlleva este propósito y aun así han tenido la voluntad de elegirlo libremente, siendo madres de niños que ya están en el mundo y los rescatan de situaciones dolorosas e injustas, y de niños desfavorecidos socialmente y disminuidos. Todas ellas, de un valor y mérito infinito.

Perdonad si me dejo a alguna, que no es mi intención, sino todo lo contrario, que es incluir a todas, porque lo que no une a todas es el espíritu y sentimiento de ser madres, independientemente de cualquier circunstancia.

También es justo resaltar y destacar aquellas generaciones de madres abuelas y otras que conocemos cercanas en nuestro entorno, que sacaban a sus hijos adelante con menos comodidades o ninguna y medios que ahora, pero sí más obstáculos. Qué valientes, con qué coraje tiraban para adelante a pesar de las barreras.

Todas tuvieron situaciones muy difíciles y complicadas. Muy buenas gestoras y administradoras que estiraban la economía para cubrir las necesidades más básicas de la casa y la familia, y sobre todo que no les faltara de comer a sus hijos, aunque se lo tuvieran que quitar de ellas.

Tuvieron que superar situaciones complicadas y costosas como madres, con mucho mérito y luchando como unas jabatas, trabajando en trabajos de mucho esfuerzo físico y poco reconocidos, como el campo y otros, a la vez que llevaban su casa y cuidaban a sus hijos solas, a veces sin ayuda familiar, en situaciones personales-familiares muy penosas y sin ayudas sociales como ahora, en una sociedad machista y discriminativa, que imponía normas injustas y se valoraba poco y muy deficientemente la función y aportación en su desempeño como madres, sufriendo la desigualdad en todo su apogeo, sin tener a penas acceso al mundo laboral y a otras actividades sociales que no fuera el campo y encasilladas en amas de casa obligadas.

Muchas de estas madres y abuelas han ahogado sus sueños de poder hacer otras cosas que les gustaban y tenían capacidad para ello, igual que algunas otras actualmente todavía por desgracia. Para todas estas madres un reconocimiento muy merecido.

A las que nos une e iguala ese espíritu de fortaleza, paciencia y calma que nos caracteriza, dividiéndonos y entregándonos a nuestros hijos, queriéndolos por encima de todo con un cariño duradero de por vida. Es el único amor invariable e inalterable de una buena madre.

En este día, y todos los que Dios quiera que me queden, no espero que me digan “eres la mejor madre del mundo”, y no porque no me guste que me lo digan, que nos lo dicen a todas con cariño y así lo recibimos, sino porque es lo típico y lo tópico, lo habitual pero también irreal. No, porque todas las madres somos las mejores madres del mundo para nuestros hijos y ese calificativo es común a todas. Solo espero haber sido y seguir siendo merecedora del mejor título que pueda tener una mujer, que ya es mucho, y tratar de mantener de la mejor forma la verdadera función de madre en toda la extensión de la palabra y ganármelo a pulso día a día y en cada etapa. Orgullosa de ser una más de las buenas madres que hay, que ha habido y que habrá…

Sí, todas las madres, distintas como los miles de flores que hay, pero todas válidas y hermosas ocupando distintos entornos y funciones y, como en el caso de las flores con sus distintas fragancias, todas necesarias. Como los buenos guisos con sus distintos ingredientes, sabores y aromas, cocinados de distinta forma, pero todos ricos y alimentando bien.

Para cada uno, la mejor es la nuestra porque es así de natural. Toda buena madre tiene ese denominador común. Cada una con su distinto carácter y personalidad, pero el resultado es que cada una cuenta como única, porque cada una atiende las distintas necesidades de sus hijos, día a día en cada época, y eso es en definitiva lo que importa. Eso nos hace únicas para cada hijo, y así nos lo hacen sentir y vivir.

Vaya por delante que en esta publicación no infravaloro los valores del padre, que algunos son mejores incluso que algunas madres, pero se trata en esta ocasión de hablar de las madres.

Y ahora permitidme que dedique, ya cerca del final, unas líneas a las nuevas madres de este año y, especialmente, a todas las que lo han sido en pleno estado de alarma, en medio de esta pesadilla con la intranquilidad y desasosiego que han sufrido por las dificultades para el seguimiento del embarazo y parto, como tú, hija (y muchas más), que no hemos podido estar cerca de ti personalmente en un momento tan entrañable y bonito del nacimiento y sin poder echarte una mano de cerca… Y seguimos esperando (y otros muchos) para poder darnos un enorme abrazo, conocer y tener en brazos a nuestro nieto.

Estos bebés, que han nacido durante este periodo, han dado alegría y consuelo con su presencia inocente y tierna. Con el brillo de sus ojos recién estrenado, ese brillo que ilumina a quien los mira.

Vosotras vais a ser unas mamás y niños muy fuertes. Esto lo vais a recordar con mucha ternura y cariño cuando se lo contéis a vuestros hijos. Vosotras y vuestros hijos lleváis un gen social muy potente que os va a hacer más valiente ante las adversidades. Vais a tener vuestra propia versión, vuestra propia historia de “RESISTIRÉ”.

QUE VIVA: la paciencia, resistencia, tolerancia, flexibilidad, disponibilidad, apoyo, resignación, cobijo, regazo, consuelo, comprensión, fortaleza, el perdón. ¡Todo esto y mucho más vive en las madres!

Compartimos todas un espíritu conciliador, apaciguador, unificador y mediador, y un gen que tenemos en común todas las madres del mundo entre nosotras: UN AMOR INCONDICIONAL POR NUESTROS HIJOS.

Muchas gracias a las madres por invadir la vida de paz y tranquilidad con los brazos abiertos para recibir siempre a sus hijos, y por estar ahí cuando las necesitan sus hijos y la familia, a lo largo de la vida, tanto de cerca, a distancia o en el recuerdo.

Siempre he dicho que cuando eres madre, sabes lo que es el sufrimiento y sabes lo que es la felicidad. aunque la balanza se inclina más para la felicidad, porque a pesar de que haya a veces sufrimiento, siempre vale la pena vivir esta experiencia. SER MADRE es una experiencia única, maravillosa e incomparable... 

La madre es el comodín de la familia…

La madre es el alma de la casa…

Con todo mi afecto, FELIZ DÍA DE LA MADRE A TODAS, y no solo hoy, sino también felizmente el resto de días con vuestros hijos y familia.


Teresa O. C.