domingo, 21 de septiembre de 2014

Carta a D. Alzheimer




 Solidaridad y apoyo para los enfermos de Alzheimer, familias, cuidadores, centros y asociaciones.


 Dedicado a todos los enfermos de Alzheimer y a todas las personas que, de alguna manera, están sensibilizados con esta causa.

CARTA A DON ALZHEIMER

  D. Alzheimer:

  Solo le pido un favor: que si algún día se acuerda de mí, use todos los olvidos menos el único con el que no se puede vivir: que no me obligue a olvidar a mis seres queridos y a mis amigos.

  Eternamente agradecida por tan gran favor. Una potencial candidata que por lo que más le teme a usted es por ese olvido.

  Atentamente, me despido, con la esperanza de que no se acuerde de mí, que usted también tenga papeletas para olvidar y que no haya más víctimas ya. Recordarle que es usted muy cruel, ya que sus víctimas dejan de ser ellas y pierden su identidad.

  P.D.: Si no es mucho abusar, le pediría un segundo favor. Que si llegara a acordarse de mí, lo haga cuando haya cumplido todos mis proyectos.

Teresa Ortega Cámara




Sobre la enfermedad

Contaros un poco qué me ha llevado a esta reflexión, que seguramente es la de muchas personas. Siempre he estado muy sensibilizada con esta enfermedad, de hecho, es a la que más miedo tengo. A veces, cuando tengo alguna falta de memoria, me sugestiono.

Estando en mi cotidianidad, escuché en televisión que era el día mundial del Alzheimer, como otro año más. De una manera espontánea (algo característico cuando alguna vez más me ha surgido una idea o pensamiento), en ese momento surgió ese pensamiento en mi cabeza, tan rápido como si te plantan una pegatina en la frente. La imagen que acompaña a la carta es mi mano y mi letra, me surgió todo a la vez.

He conocido casos lógicamente como todos, pero mi primera observación más directa con uno de los síntomas más importante, fue con una persona que, sin ser directamente un familiar, sí estaba vinculada a mi familia (yo había notado ya antes alguna vez que decía alguna cosa sin sentido, pero sin mucha importancia). Cuando me hizo una visita, de las muchas que tenía costumbre hacer, yo siempre la acompañaba hasta la calle para despedirla (hablo de mi pueblo, hace veintisiete años). Al echar a andar, después de haberme dicho que se iba directamente a su casa, con una prisa de pronto que no era normal, vi que iba en dirección totalmente opuesta a su casa. Tuve que echar a correr para alcanzarla porque veía que se iba hacia una carretera con mucho tráfico, y me temía lo peor. Gracias a Dios llegué a tiempo. La llevé a casa y ya conté a su familia lo que pasó. A partir de entonces fui viendo de cerca la evolución de la enfermedad, el deterioro físico y sobre todo mental, cómo iba cada día más apartándola de sus seres queridos, de su entorno, sus recuerdos y su memoria. Además de cómo sufría la familia con ello, también por el sufrimiento físico que tenía la pobrecita hasta que murió.

Cuando vemos que de un ser querido sólo nos queda su cuerpo con vida, pero sin su vida (porque ya no son ellos), se cuida su cuerpo cariñosamente recordando lo que fue, porque ya para entonces su vida pasa a la memoria de su familia y a la de los demás. Es curioso, ¿verdad? Porque es con la enfermedad que la familia y los amigos más ejercitan la memoria, ya que es a partir de entonces cuando empiezan a vivir de sus recuerdos porque ellos ya no están.
No quiero dejarme sin mencionar la parte “graciosa” y entrañable en el proceso de la enfermedad antes de que haya avanzado mucho, es decir, cuando todavía tienen ese hilo de lucidez, que es la esperanza de los familiares de que haya días que les reconozcan y puedan hablar con ellos y hasta a alguno de ellos les propine con algún piropo.

Cuando veamos a una persona, que la conozcamos bien, hacer algo extraño e incoherente que no hacía antes, esto es un indicio para estar en guardia.
También tengo tres primos hermanos víctimas de la cruel enfermedad, uno murió y de los otros dos afectados, uno muy grave actualmente. Una enfermedad, por muy grave que sea, mientras te mantiene vivo eres tú, te identificas con tu entorno y la gente que te rodea, pero con el maldito Alzheimer, la enfermedad del siglo que más capacidades nos hace perder, no es así. No sólo afecta al organismo, sino que nos hace perder lo más preciado: la identidad.
Para mí es la enfermedad más invalidante, aunque todas lo sean en sí (por supuesto que a otras enfermedades también hay que apoyar), pero al menos otras te dan la posibilidad de despedirte de las personas que quieres y las más cercanas, sabiendo lo que haces, lo que quieres y a quien quieres antes de marcharte. Pero el maldito Alzheimer nos roba también (y de qué manera) esta última despedida.

Luchemos y colaboremos todos, en la medida de nuestras posibilidades, para que no avance más y que sanidad haga todo lo posible para la prevención e investigación. Porque no sólo se pierde la salud, sino que lo más triste es que nos hace perder lo más importante que posee un ser humano:

-          Su tiempo, su memoria, "su vida", sus recuerdos...
       "Su vida": Aunque su cuerpo esté con vida, su vida no está ya



T.O.C.